No queda otra que acatar con resignación la crueldad de resultados injustos con la que en ocasiones nos castiga el deporte rey. Sentimientos enfrentados, que pasan del nerviosismo, a la rabia, para acabar transformándose en desconsuelo y frustración. Más aún, si el equipo de tus amores, ha hecho bien los deberes, y suspende en su asignatura más prolífera, la del gol. Un gol que no llegó, pero que quedo contrarrestado por el notable alto del grupo en múltiples facetas, como la de posesión o la de ocasiones de gol. No lo digo yo, lo dicen los números. 23 tiros a puerta, 15 del Real Madrid y 8 del Barcelona.
El fútbol es así. Si le perdonas la vida a un equipo como el Barça, te acaba matando en el primer despiste que tengas. Pasó el año anterior con el mano a mano de Drenthe y Víctor Valdés, y la historia se ha repetido con Cristiano Ronaldo representando el papel del holandés.
La balanza del clásico, se ha decantado a favor del conjunto azulgrana en la única ocasión de gol. Ibrahimovic cinco minutos después de saltar al mojado césped del Camp Nou, le gana la partida a Pepe y a diferencia de Higuaín, Marcelo o Cristiano Ronaldo, no perdona ante un Iker que estaba completamente vendido. El hoy capitán madridista, fue un espectador más, que solo tuvo que intervenir para evitar que Messi hiciera 2-0 en una jugada precedida de una clara falta a Gonzalo Higuaín, y que Undiano Mallenco no señaló. Considerado como el mejor árbitro español del momento, lo cierto es que Undiano, asistido en la banda por el carismático “Fermín el del banderín”, no tuvo demasiados problemas para pitar un choque cargado de tensión. No obstante, ambos equipos acabaron el partido con diez jugadores, y eso que hasta cinco hombres del Real Madrid fueron amonestados, por sólo uno del equipo local. Ahí queda dicho.
La expulsión de Sergio Busquets hizo más bien a los azulgranas que a los blancos. El equipo de Pep Guardiola se limitó a defender el corto marcador como mejor sabe hacerlo, con posesión y toque. El Madrid, con más corazón que cabeza, fue incapaz de controlar su ansiedad y dejó escapar el partido y también el liderato. Pero el juego y la imagen del equipo, se han visto reforzados, en un partido que ha traspasado fronteras, y que pasará a la historia como el partido en el que el Madrid lo tuvo y lo dejó escapar.
Un clásico en el que el resultado más justo hubiera sido el empate. Porque las estadísticas así lo reflejan: los mismos saques de esquina, las mismas recuperaciones de balón. Sólo difieren en posesión en la que el Barça fue superior, y en ocasiones en las que dominó claramente el Real Madrid.
Esta vez fue el Real Madrid el que jugó bien, y el Barcelona el que aprovechó su ocasión. El Bernabéu espera la revancha impaciente, y por qué no, la final de la Liga de Campeones sería una ocasión excelente para hacerlo. Esta película no acaba aquí.